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La importancia de comer juntos

El acto de comer no se define simplemente en la ingesta de alimentos, sino que se trata de una práctica cultural clave para que los miembros de la familia incorporen hábitos, costumbres, valores y afectos. Por eso, utilizamos el término comensalidad para referirnos a estos momentos en los que se comparten los alimentos y mucho más.
Comer en conjunto es una tarea que se realiza desde tiempos prehistóricos, para la supervivencia de la comunidad. Así, se han sostenido vínculos y relaciones que indican la pertenencia a un grupo determinado. Hoy, por la vida que llevamos, resulta cada vez más difícil reunirse en torno a la mesa.

¿Por qué es importante compartir la comida?

Porque es en este espacio donde los niños incorporan y aprenden los hábitos alimentarios que durarán toda la vida. Está demostrado que quienes comen en familia tienen menos posibilidades de desarrollar trastornos alimentarios y de ser obesos. Además, son más propensos a comer sano.
Durante la comida, se establecen relaciones y se fortalecen vínculos afectivos. Así, se transmiten modelos alimentarios, que los chicos son capaces de internalizar después de los tres y cuatro años de vida.
La presencia y el ejemplo brindado por los mayores, así como la disponibilidad de ciertos alimentos en la casa, serán claves para determinar la relación de los chicos con una buena nutrición el resto de sus vidas.

Y por casa ¿cómo andamos?

En Argentina desayunamos mate, café o té a medida que cada uno se levanta. Se almuerza liviano, generalmente en la escuela o el trabajo, y se merienda alguna infusión a medida que se regresa al hogar. La familia sólo se reúne para la cena, según una investigación llevada a cabo por la Universidad Católica en 2018. Por otro lado, es cada vez más común el “picoteo”, que muchas veces reemplaza a la comida y se opone a la comensalidad, porque se realiza en soledad.
En cuanto a las actividades que acompañan a la comida, la gran mayoría de los niños en el país afirman que conversan y miran televisión. Este dispositivo es un miembro más de la familia, presente en el 80% de los casos encuestados.
En resumen, comensalidad y buena salud van de la mano. Porque no sólo se refiere a hábitos alimentarios, sino a sostener relaciones y vínculos que contribuyen al desarrollo integral de los niños.

Desde el Banco de Alimentos llevamos adelante el Programa Familias a la mesa, que tiene como fin volver a la comensalidad. Podés conocer más acá.

Familias que volvieron a la mesa

El programa Familias a la Mesa  acompaña y asiste a familias vulnerables, que se encuentran en riesgo social y que tienen niños de temprana edad, partiendo del rol de la familia como primer ámbito de socialización y principal sostén de vínculos.

En 2019 se está llevando a cabo el programa en tres comunidades:

  • Villa Revol, 16 familias.
  • Guiñazú, 14 familias.
  • Chacra de la Merced, 21 familias.

En total, son beneficiarios directa e indirectamente del programa Familias a la Mesa 204 personas

Además,  se llevaron a cabo 4 talleres en cada barrio. Cada uno de estos talleres fue dictado por profesionales que brindaron sus servicios. De esta forma, se busca promover que las madres incorporen a su realidad cotidiana las herramientas que se brindan y que pueden, incluso, llegar a significar una salida laboral para las beneficiarias.

Este punto es de vital importancia, ya que el 79% de las madres beneficiarias no se encuentran trabajando en este momento y en el 65% de los casos se debe a que no consiguen insertarse en el mercado laboral actual.

Junto con cada taller, se les hace entrega de un módulo de alimentos que busca brindar soporte a la situación económica de cada familia, como así también algunos materiales para poner en práctica lo aprendido en los talleres de cocina.

Luego de transitar más de 2 años en el Programa Familias a la Mesa, los testimonios de las madres beneficiarias destacan que el programa ayudó a reforzar el vínculo familiar, a mejorar el diálogo en la familia y les dio la posibilidad de aprender a cocinar, como también mejorar la variedad de comidas a preparar.

A su vez, gracias al programa se han visto modificados otros aspectos en la vida de las madres; como una mejora en su economía; la posibilidad de ahorrar, compra de nuevos muebles o materiales y la mejor selección y utilización de alimentos para sacarles su máximo provecho. La gran mayoría manifestó poder acceder a alimentos que con anterioridad no podían.

De esta forma vemos cómo Familias a la Mesa -además de reunir a los miembros que la integran-  brinda respuesta a un amplio espectro de necesidades que van mucho más allá de los talleres de cocina, los módulos y los encuentros.

 

Así trabaja el área social

¿Cuántos y quiénes son nuestros beneficiarios? ¿En qué barrio viven? ¿Cómo trabajan nuestras organizaciones? ¿Cuál es su servicio principal? ¿Les sirven los alimentos que retiran del Banco?

Les presentamos el informe del año 2018 del área social, cuya responsable es la Lic. Sofía Orellana. Ella junto a voluntario/as realizan visitas periódicas a cada organización receptora, al menos dos veces en el año.

Por otro lado, el área recibe las solicitudes de incorporación, las evalúa y puede dar de alta o baja una organización, y así formar parte de la red de entidades que asiste el Banco de Alimentos.

Asimismo, tiene la responsabilidad de coordinar talleres y capacitaciones dirigidas a los referentes, para que se pueda dar un mejor aprovechamiento a los alimentos entregados. Y lleva adelante el programa “Familias a la mesa”, con la misión de recuperar el espíritu familiar a través de la comensalidad.

El área social no sólo realiza el seguimiento de las organizaciones y beneficiarios, sino que busca acompañarlas, ofrecerles herramientas para su crecimiento y desarrollo. Va más allá del alimento, para que la inserción social sea  efectivamente una forma de romper con la desigualdad.

Ver informe del área social 2018